[el blog de como cuando uno suele por tendencia tratar de evitar caerse cuando como por error se tropieza con un borde de esos pequeños y escondidos y uno intenta sortear entonces la caída que le sigue y cuando sabe que no puede esquivar el golpe del piso le toca como girar para caer sobre el brazo protegiendo el pecho o con los brazos primero como queriendo ser fuertes pero el dolor igual se siente y ya cuando uno deja de pensar en cómo recibir el totazo es que se está o sobando o queriendo levantar]

18.4.11

Aves para un voraz [capítulo uno de seis]

Un cuento de seis capítulos que iré subiendo de a poco.

Realizado sobre una ilustración de Juan Sebastián Rubiano, la cual irá adjunta en la última entrega.

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uno

Cuando sonaron las campanas en las Plazas Centrales y las alarmas en los megáfonos distribuidos por todos los centros habitados de Qaidria, el Quinto País, una gran masa de personas salió de sus respectivas casas aún en la oscuridad. Cada cual había despertado al nuevo día con sus capacidades latentes dispuestas para las labores asignadas y, anticipándose al gran momento, la sociedad qaidriana preparaba sus múltiples mecanismos comunitarios y personales para la Hora del Fuego. Al dar lugar el cuarto aviso, las últimas personas que todavía no estaban en posición apresuraron sus movimientos y, una vez más, el Quinto País atestiguaba con la misma maravilla de los días primigenios cómo amanecía.

Sin lugar a esperas, pero sin dejar perder el placer escópico de la primera Luz del día, cada Grupo Organizado de Qaidria relucía sus capacidades ad hoc para la Hora: el Primer Grupo coordinaba el funcionamiento de los paneles que recibían directamente la luz solar y la convertían en energía aprovechable sólo para los consumos humanos de La Cúpula. A su vez, el Segundo Grupo movía espejos y trasluces sobre las mieses de las grandes planicies cultivadas a través del Quinto País, donde crecían mayoritariamente zanahorias, maíz, mandarinas y cebolla, junto a una fruta híbrida entre guayaba y arándano, todo un logro científico.

Pero ninguna actividad de la sociedad qaidriana era tan valorada como la realizada por el Tercer Grupo de personas, el más numeroso. Quienes pertenecían a este se ubicaban justo antes de la Hora del Fuego en los grandes espacios abiertos para recibir sobre sus pieles el milagro de la Luz. Ese día en Merton, la capital de Qaidria, miles de habitantes que se congregaron en la Plaza Central observaban expectantes a la anciana Giul, elevada sobre toda la gente en una tarima de grandes proporciones y acompañada de un potenciador de voz en una de sus manos. Giul abría en ese instante sus labios para dar la introducción.

¡Post nubila foebus! ¡Post nubila foebus! ¡Post nubila foebus, pueblo de Qaidria!

Sin grandes exaltaciones de júbilo ni muestras de enardecimiento, cada habitante aprovechaba a su manera las palabras de la anciana y se dedicaba entonces a poner su propio cuerpo en la posición vasija, casi el primer aprendizaje de sus vidas. Rayos que no podían contarse, el esplendor distante, la luz que tocaba las mentes y las almas de Qaidria, meditabunda justo ahí, en su única posibilidad en todo el día de esclarecerse a sí misma.

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