[el blog de como cuando uno suele por tendencia tratar de evitar caerse cuando como por error se tropieza con un borde de esos pequeños y escondidos y uno intenta sortear entonces la caída que le sigue y cuando sabe que no puede esquivar el golpe del piso le toca como girar para caer sobre el brazo protegiendo el pecho o con los brazos primero como queriendo ser fuertes pero el dolor igual se siente y ya cuando uno deja de pensar en cómo recibir el totazo es que se está o sobando o queriendo levantar]

28.3.11

"Medio pan y un libro" - Federico García Lorca.

Esto me llegó hoy a mi correo y he decidido compartirlo. A pesar de su brevedad, impera la elocuencia. ¿Son tan válidos el hambre física como el hambre intelectual de una sociedad? ¿Dónde está la libertad si el conocimiento es exclusivo?

Este fue el discurso que dio el poeta español Federico García Lorca al pueblo de Fuente Vaqueros (Granada) en septiembre de 1931, durante la inauguración de una biblioteca pública:

"Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. «Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre», piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.

"Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.

"No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

"Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?

"¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: «amor, amor», y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!». Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.

"Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: «Cultura». Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz".


27.3.11

Shaun Tan y su dialéctica imaginaria.

El australiano Shaun Tan (1974) es el autor de varios libros ilustrados, entre cuentos y novela gráfica, como "Emigrantes" (The Arrival), "Cuentos de la periferia" (Tales from Outer Suburbia) y "El Árbol Rojo" (The Red Tree), de los cuales han surgido adaptaciones en obras teatrales y cine, incluyendo una cortometraje animado a partir de su libro "La cosa perdida" (The Lost Thing), dirigido por él mismo. Criado cerca de Perth, en Australia Occidental, trabaja ahora en Melbourne como artista freelance y sus libros han sido traducidos y vendidos en Europa, Asia, Norteamérica y Suramérica desde 1997. Su narrativa mantiene un estilo basado en lo fantástico, lo surreal, el extrañamiento y la ficción científica, que bien puede ser leída por un público infantil pero cuya sutileza y precisión también ahonda en los intereses de un público mayor, además de tener subtextos que retratan problemáticas sociopolíticas tales como la migración y la guerra.




De una creatividad desbordante, presento aquí dos de los cuentos ilustrados que hacen parte de su libro "Cuentos de la periferia" (publicado en español bajo el sello editorial de Barbara Fiore Editora): el primero, "Alerta, pero sin alarmarse" (Alert but not Alarm) es una fábula contra-distópica sobre la apropiación inocente de un aparato bélico por parte de un pueblo que debe, por orden gubernamental, participar de la seguridad de su nación guardando un misil en sus patios. Es, asimismo, una visión sobre cómo los pueblos asumen sus guerras y cómo las paradojas colectivas rigen sobre las paranoias colectivas. El segundo cuento, "Velatorio" (Wake) es una especie de reivindicación de los animales maltratados que, aunque no perpetran directamente la justicia, son partícipes de ella como testigos de aparente fantasmagoria.

Y como dice el propio Shaun en un comentario a este libro en específico:
No pienso mucho sobre el 'significado' cuando empiezo a escribir o dibujar, y no siento una gran necesidad de definirlo luego. Estoy simplemente motivado por una o dos imágenes o conceptos que encuentro muy interesantes, que tienen sentido pero que están también incompletas y requieren interpretación.
[Comentario completo aquí.]

Busquen en sus librerías o bibliotecas y ahóguense en el delirio de viajar al imaginario de Shaun.

[Todos los derechos de esta obra pertenecen a Shaun Tan, Allen & Unwin y Barbara Fiore Editora, © 2008, y se difunden con fines culturales y sin ánimo de lucro.]


------------------------------------------------------

Alerta, pero sin alarmarse

Tiene gracia que ahora que todo el mundo tiene su propio misil balístico intercontinental en casa ya nadie piense en ello.

Al principio los repartieron al azar. En un primer momento fue muy emocionante: algún conocido recibía una carta del gobierno y al cabo de una semana un camión le llevaba el misil. Después tenía que haber uno en la casa de cada esquina, más tarde también en la de los vecinos de estas, hasta el punto que hoy en día resultaría extraño que alguien no tuviera un misil junto al cobertizo del jardín o junto al tendedero.

Sabemos por qué los tenemos ahí, por lo menos tenemos una idea aproximada de ello. Sabemos que debemos proteger nuestra forma de vida en un entorno cada vez más hostil, que todo el mundo debe participar en la seguridad nacional (aliviando la presión a la que están sometidos los almacenes armamentísticos) y, sobre todo, que cada cual tiene derecho a sentirse recompensado con la sensación de estar aportando su granito de arena. Es un compromiso modesto. Sólo implica limpiar y encerar el misil el primer domingo de cada mes y, de vez en cuando, echar un vistazo a la varilla del nivel de aceite. Una vez cada varios años recibes una caja con un bote de pintura, señal inequívoca de que ha llegado el momento de eliminar cualquier rastro de óxido del misil y de que hay que darle una mano de pintura de color gris plomo.

Muchos de nosotros, no obstante, hemos empezado a pintar los misiles con otros colores e incluso hay quien se ha animado a decorarlos con dibujos de mariposas o motivos florales.

Ocupan tanto espacio en el jardín que lo mínimo que podemos hacer es intentar que queden bonitos. Además, los panfletos del gobierno no prohíben utilizar otros tipos de pintura que no sean los que ellos te proporcionan.

Últimamente también nos hemos acostumbrado a cubrirlos de lucecitas de Navidad. Deberíais subir a la montaña de noche y ver los centenares de agujas encendidas que brillan y parpadean en la oscuridad.

Además, al misil del jardín se le pueden dar un montón de usos prácticos. Si destornillas la tapa inferior y sacas los cables y todo el resto, puedes utilizar el espacio como semillero o para guardar las herramientas, las pinzas de tender la ropa o la leña. Si se renueva un poco más a fondo, puede transformarse fácilmente en una fantástica "cabaña-cohete espacial" y, si tienes perro, puedes ahorrarte la caseta. En una de las casas incluso han plantado una chimenea en la parte superior del misil y lo han transformado en un horno para pizzas.

Sí, todos sabemos que es muy posible que el día que el gobierno decida finalmente venir a buscaros, los misiles ya no funcionen, pero con el paso del tiempo hemos dejado de preocuparnos por eso. En el fondo, la mayoría tenemos la sensación de que es mejor así. Además, albergamos la esperanza de que, si en los países del otro lado del mundo las familias también tienen los misiles en el jardín de casa, armados y apuntando hacia nosotros, también ellos les hayan encontrado aplicaciones mucho mejores.



------------------------------------------------------

Velatorio

Una noche fría, el pasado invierno, hubo un incendio en la casa de un tipo de días antes había matado a su perro a palos.

Puesto que se trataba de un tipo forzudo, consiguió rescatar todas sus pertenencias: sin la ayuda de nadie fue sacándolas del edificio en llamas y las fue dejando en el jardín. Cuando hubo acabado, un centenar de perros de todos los tamaños y colores surgieron de las sombras circundantes para echarse encima de cada una de las piezas de mobiliario y sobre cada electrodoméstico como si fueran suyos. No dejaban que el hombre se acercara y lo mordían con rabia cuando intentaba pegarles, pero por lo demás se quedaban muy quietos, observando las llamas, impasibles.

El fuego ardía con una intensidad sorprendente y la casa se derrumbó al cabo de pocos minutos. Furioso, el tipo salió corriendo a buscar un arma. Como si obedecieran a una orden, los perros bajaron al suelo, formaron un círculo y empezaron a hacer pis por turnos sobre todos los objetos rescatados. En una ocasión llegaron a aullar, ni muy fuerte ni mucho rato, pero con tanta melancolía que incluso los que no lo oyeron se revolvieron en sus camas con inquietud.

A continuación se marcharon y se perdieron por calles y callejuelas, balanceando la cabeza al paso de su trote, sobre el cemento que cubría lo que algún día había sido tierra negra. No miraron atrás y no vieron las últimas llamas que ardían en el jardín, ni al tipo que volvió con una triste palanca y se quedó llorando entre las cenizas, completamente solo. Los perros sólo pensaban en su casa: el olor de su hogar calentito, de las mantas recién lavadas y las camas en las que dormían los humanos que les habían puesto esos nombres tan peculiares.