[el blog de como cuando uno suele por tendencia tratar de evitar caerse cuando como por error se tropieza con un borde de esos pequeños y escondidos y uno intenta sortear entonces la caída que le sigue y cuando sabe que no puede esquivar el golpe del piso le toca como girar para caer sobre el brazo protegiendo el pecho o con los brazos primero como queriendo ser fuertes pero el dolor igual se siente y ya cuando uno deja de pensar en cómo recibir el totazo es que se está o sobando o queriendo levantar]

26.2.11

Visión de medianoche en la cocina.

Se esconde del foco una sombra detrás de un reloj de pared.
Un juego de detectives que empieza cuando se hace noche y no acaba cuando se hace de día.
Ya no es el foco de quien huye, es del Sol y de los espejos.

Es una sombra sagaz que se escabulle y se amolda en grietas o rocas, que sobrevive al bombardeo de la luz que la señala con un dedo resentido como la cara de la nada y la ajuicia por aquello de lo cual ella carece: ese don nato de saberse esconder.

21.2.11

Las pugnas de lo orgánico

Claudico hoy y aquí, donde nadie sabe de mí y no soy parte de nadie.

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Bajo el asfalto se mueren
el limo y la arena
de pena.
En su vientre han sembrado hierros
y cosechan piedras.

Ni los navegan las lluvias
ni los vuela el viento
ni vieron
de día madurar hembras
y de noche luceros.

Podrán, limo y arena,
por ver la luna llena
rasgar el negro manto
del asfalto.

Podrán, arena y limo,
volver a ser camino.


Del monte baja silbando
viento de poniente
caliente
y un agrio perfume a pastos,
y turbio el torrente.

Y una tórtola, cegada
por un sol que muerde,
se pierde
salpicando la mañana
preñada de verde.

Podrán, aroma y canto,
correr bajo el asfalto.
Podrán jugar y amarse
y acunarse...


http://listen.grooveshark.com/s/Arena+Y+Limo/30xDot?src=5

4.2.11

La vida que uno no escoge.

Encontrábame yo un día navegando en mi barco de papel de vieja usanza y de pronto, vi a lo lejos una balsa a la deriva que llevaba lo que parecía un cadáver. Me acerqué acelerando mis motores y subí el cuerpo a cubierta, quitándole las algas de la cara y los brazos. Aunque estaba descamisado, su pantalón empapado ocultaba la vida en un bolsillo. Según su billetera, Marco Aurelio Simbaqueva era oriundo de Río de Oro, Cesar, había nacido en el ochentaytrés y pesaba setentaydós kilos cuando tramitó la cédula. En su foto no sonreía; ahí en la cubierta, estaba más feliz que nunca.