esto se escribió el mismo día que relata, a las 10:30 de la noche. todos los nombres y apodos están cambiados por discreción, exceptuando "El Diablo", que es meollo.
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NOTAS DE CAMPO
Día 17-2
Miércoles 16 de enero de 2013
Noche
Llegué
tipo 7:30, El Diablo dijo que me esperaría por la “che-no”. Sin embargo, al llegar sólo estaban Don Javier* [El Barba]
y la perra Wendy en el tercer piso. Saludé y El Barba me dijo que El Diablo no
estaba, que el Soye* tampoco, que si quería esperarlos yo “ya conocía el terreno”. Me preguntó si quería subir, y acepté. Me
dijo de entrada que lo disculpara, que estaba consumiendo, que para él no era
problema la compañía pero que igual le daba pena fumar frente a otra persona,
más si no la conoce casi. Le dije que por mí no habría problema, que antes me
disculpara a mí, y así todo muy cordial. Subí, por la escalera caída y muy poca
luz, atléticamente.
Arriba me adapté a la oscuridad,
aunque El Barba tenía una vela a medio consumirse. Estaba armando su dosis de “calillo”, un cigarrillo que tiene
tabaco, marihuana y bicha [bazuco];
él le dice “mi tabaquito”. Charlamos
tranquilamente un buen rato, me dijo que antes de mi llegada
había estado pensando en toda su vida, en sus experiencias, reflexionando entre
risas pequeñas. Me dijo que su hijo se llamaba como él, aquel que no ve hace
quince años y que vive en Arauca; que no le gusta que lo vean consumir porque
una vez tuvo un patrón “por el norte [de
Bucaramanga]” y él se le escapaba para ir a “la [Calle] 4ª” a comprar drogas. El patrón lo descubrió y le
ofreció seguir en el trabajo, consumiendo en el segundo piso del local, para que
no tuviera que escaparse más. Él aceptó por un tiempo, pero terminó quedándose permanentemente en la 4ª, fiel a su pensamiento de que no le gusta que le
ayuden, que se metan con él; dice que él puede salir adelante solo, controlarse,
meditar sobre sí mismo y a su acomodo [entre otras cosas, me contó el otro día
que se le escondía a la familia que lo buscaba, que no quería que lo ayudaran
porque él sabía qué hacer]. Me dijo también que para Semana Santa, en mi
próxima visita, él tal vez no estaría, porque le interesaba internarse para
rehabilitación, pronto y por su cuenta.
Me contó también de sus perros
anteriores, en especial uno llamado “Tyson”, quien según él lo salvó de que lo
cogiera una vez la Policía. Me contó que como él quedó en libertad condicional
la segunda vez que estuvo preso [por posesión de drogas], la Policía en la 4ª
lo podría encarcelar de nuevo si lo veía en malos pasos. Una vez recibió a un
policía en donde se estaba quedando y gracias al perro logró escapar;
aunque me lo contó con detalles, entendí poco su procedimiento, sólo que al
final logró salir caminando por la puerta principal. Tyson luego quedaría
abandonado al él no poder cargarlo en una de sus huídas forzadas porque se
había metido en líos en algún lugar.
Me dijo que le gustaba contar sus
historias, repitiendo constantemente la frase determinante: “Esa es la verdad”, y sólo una vez, “Esa es la realidad que nos tocó”. Le
dije que me encantaba oírlo. También me contó que a él le gustaba conservar su
dosis para él mismo, que no era bueno compartir porque la gente se podía
acostumbrar y eso luego daba para problemas, que “cada cual se controla a sí mismo” y que a él no le gustaba la
figura de sabio o de padrino [palabras no textuales].
Al rato llegó Andrés*, el que vive en
la primera casa. Llegó también a consumir, traía su pipa, su bicha y
cigarrillos comunes; también un velón que encendió, lo que ayudó para cuando la
vela del Barba murió. Hablé con él también, me preguntó por la película, le
dije que en un año. Pregunté por su edad y pasado, me dijo que había cumplido
los 28 en su casa en el norte, con su familia. No la vería más luego porque le
“quedó gustando” el mundo de la
droga; llegó a La Casa del Diablo hace cerca de un mes, “yo soy nuevo”, dijo. “El Soye
me dejó quedar acá, me dijo que limpiara mi cuarto, porque eso era un cagadero”.
Mientras
el Barba se acababa su calillo, Andrés prendía un cigarrillo común,
recolectando la ceniza sobre un papelito blanco. Le abrió huecos al aluminio
que estaba en la boca de la pipa, recubriendo su interior. Echó la ceniza de
cigarrillo adentro y empezó a asentarla hacia el fondo, con cierto cuidado. En
otro papelito blanco estaba el polvo blanco, el bazuco. Puso un poco en la cima
de la ceniza y vertió el fuego, aspirando. Un par de soplos más, humo blanco. “Mi traba es de achante [“avergonzamiento, timidez espontánea”], yo en nada [“en poco”] me voy
porque me empiezo a sentir mal”. Al rato de iniciarlo, se empezó a notar la
traba, decía que estaba apenado, que hasta ahí dejaría. Repetía cada rato la
frase “Pues sí señores…”, con cierta
desidia en el aire.
Eso
que él fuma se llama “carro” o simplemente “pipa”; a consumirla, se refieren
con “prender el carro” o “el automóvil”, “echarse un carrazo”, “echarse un
pipazo”; al que lo consume, “bazuquero”, “carramán”.
Le
pedí al Barba un cigarrillo común, fumándolo me diría que tenía “bareta” [marihuana]. Me ofreció un porro
y le dije que se lo aceptaba pero que no sabía armarlo, entonces él lo hizo por mí. Me
lo dio y me dijo que él no solía compartir, pero que a veces lo hacía cuando la
gente “se lo ganaba”. Riéndome le
pregunté si yo me lo había ganado, y me dijo “la sola compañía fue suficiente”.
Cuando
se iba acabando la vela del Barba, recordaría el bombillo pequeño que ayer
encontró en el reciclaje y decidió encenderlo, ayudado por la batería para moto
que también llegó ayer. En realidad no duró mucho, la batería tenía poca carga.
El
Soye llegaría luego con una bolsa enorme de reciclaje, trajo más velas y
prendió su propio carro. Me saludó muy amable, se sentó y se descamisó [él siempre
anda sin camisa dentro de La Casa]. Diría luego “no me supo a nada… me robaron…”. En un punto vi que se habló con Gustavo
atravesando una pretil tapado por una persiana. Me asomé para ver si era un
balcón y me di cuenta de que no, que es caída al vacío pero el piso tiene un
pequeño volado sobre el cual El Soye se para a hablar con los de la ventana contigua.
Apenas me vio, me dijo que me devolviera, así que pensé que la había cagado,
que había irrespetado algo. Me senté y esperé; escuché la voz de Gustavo y dijo luego,
tan alto para que yo escuchara: “yo
quiero hablar con Iván, aunque se esté escondiendo de mí”. Me reí y le dije
igual de alto que estaba dispuesto a escucharlo, así que me pidió que lo
esperara. Cuando llegó al rato, me preguntó que qué más, me vio a la cara y
pronto me preguntó: “¿Por qué tiene los
ojos tan rojos?” Le conté del porro que me había fumado e hizo una cara de
desaliento. Preguntó a nadie en especial “¿Ya
están endiablando a Iván?”, y los otros se rieron; El Barba le dijo,
“No, yo ya lo he visto fumar” y yo
asentí. Gustavo se quedó unos segundos más pero dijo “Se me quedó algo” y salió por la ventana-pasadizo. Nunca volvió.
En
mi traba, cualquier ruido en los primeros pisos o fuera de la casa me causaba
un pánico sosegado. Llegué hasta a imaginar a la limpieza social llegando a La
Casa, a fantasmas, incluso, a “cazavampiros”
(¿?). Salí varias veces al balcón donde se suele “relajar” El Soye, sólo para ver con mis ojos la entrada al lugar y
asegurarme de que nadie extraño merodeara por ahí. Llegué a imaginarme muchas
cosas relacionadas con el documental, como planos, momentos específicos,
metáforas, alegorías… hasta llegué a pensar que me criticarían por drogarme con
ellos, y que yo decía en una rueda de prensa: “Pues yo pienso que si se puede tener buen sexo estando borracho, se
puede hacer buen cine estando drogado… creo que por eso no me fue tan mal”,
y me reí mucho para mí mismo. [En realidad bluffeo, no sé qué tan bueno sea el
sexo estando borracho].
En
un momento, observé cómo El Soye miraba a su alrededor como
buscando la fuente de un sonido que se le hizo extraño, o una presencia. Buscó
en varias direcciones mientras el gesto era de expectativa, extrañeza y
molestia, también de alerta y disposición de ataque. No vio nada en especial, y
siguió fumando.
Andrés
preguntó: “¿Nos va a filmar paniqueados
[“con pánico”]?”, y no recuerdo qué respondí, pero sí sería lo ideal. En un
punto, El Soye se refirió a Wendy como “mi
amor”. El Barba me mostró sus pliegos de papel seda, el papel ideal para
armar sus porros; me contó que como es tan aficionado a los negocios, en la 4ª
vendía de 100 a 150 pliegos semanales. [Me asombré, pensé “¡es mucha droga!”]. Llegaría de nuevo, el “Pues sí señores”, seguido de “Esa
es la verdad”. Por momentos parecía una arenga, luego una obra de teatro,
luego una letanía. Yo pensaba y analizaba mucho. Diría con mi boca el “Pues sí señores” y Andrés me preguntó “Ah, ¿usted me está analizando y toda la
vuelta?”, y nos reímos. Con Andrés debatimos en un momento sobre la droga,
pues me preguntó si consumía pipa. Le dije que no, que no la probaba aún porque
me daba miedo que me quedara gustando. Me entendió, supo de lo que hablaba. Le
dije “drogarse no está mal… es un acto de
libertad. Lo más paila es que a uno lo agarre”, y esta vez el Barba hizo un
sonido de aprobación, ya prendiendo el sexto o séptimo “tabaquito”.
Vi
que eran casi las 10 y me despedí. Al Barba, que estaba frente a Andrés [a
quien no conozco mucho ni me fío aún] le dije un adiós como si no volviera en
mucho tiempo, y al Soye sí le dije, porque estaba en otro cuarto en ese
momento, que mañana pasaría temprano a tomarles unos retratos. Accedió y me
fui. El mayor suplicio: bajar la escalera caída, con muy poca luz, un abismo
bajo los pies, el ruido ensordecedor del bosque. Se pudo y en el camino a casa
de mi abuela, pensé en que la noche en La Casa del Diablo es una metáfora de mi
visión del infierno: “El infierno es que tengas que repetir un mismo dolor”;
ahora mismo pienso: “el infierno también repite placeres… de los más oscuros.”
a tener en cuenta para la noche:
· muy baja luz, 1 o 2 velas.
· ruido de bosque aumenta considerablemente.
· se podría grabar entrevistas espontáneas,
conversaciones. la elocuencia es algo usual durante el consumo, les gusta
hablar de su vida, no tienen problema en abrirse y ser escuchados.
Bello relato lleno de imágenes, a las que no puedo ser -ahora- neutral.
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