[el blog de como cuando uno suele por tendencia tratar de evitar caerse cuando como por error se tropieza con un borde de esos pequeños y escondidos y uno intenta sortear entonces la caída que le sigue y cuando sabe que no puede esquivar el golpe del piso le toca como girar para caer sobre el brazo protegiendo el pecho o con los brazos primero como queriendo ser fuertes pero el dolor igual se siente y ya cuando uno deja de pensar en cómo recibir el totazo es que se está o sobando o queriendo levantar]

24.11.10

La estupidez de la caja de chicles

En busca de un bocado de gloria, caminó cuadras húmedas entre multitudes insomnes y ruedas zumbantes del ritmo deforme urbano. Cerca de él, bicicletas sin destino se peleaban un lugar en la carrera de la hora del almuerzo. En una esquina, ese escenario cualquiera, de esa calle cualquiera, un pequeño baúl de madera reciclada albergaba en sus cuadrículas varias clases de mentas, dulces de café, dulces frutales y chicles. Preguntó a su bolsillo y respondió que doscientos, el presupuesto excedente era preocupación de momentos menos angustiantes, preguntó a la vendedora y respondió que doscientos, que dos en trescientos y que tres en quinientos, pero la medida de lo justo es la absoluta eutrapelia, placido con la magia de la correspondencia en el universo metió entre sus dientes los chicles con caja incluida mascando entre tanta elasticidad de la goma el empaque de cartón delgado difícil de moldear al salivar, que se resistía a las torsiones bucales pero iba cediendo de a poco a fundirse entre la viscosidad adhesiva, mojándose sin más salida como las calles de ese día a esa hora, como sombrillas rotas de gente con pantalones encharcados, ahogándose sin afán entre las olas de la boca de la angustia, continente del angustiado que mascaba, pensando que sin molestarse del todo por la compresión entre los dientes hubiera sido de mejor provecho resguardando los fósforos de quienes cocinaban a gas ese día a esa hora en la tierra del hambre.

1 comentario:

  1. (risas)
    Es increíble como cada segundo de tiempo (y lo que contiene) puede ser una historia.

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