Recopilo acá unas cuantas frases que me recuerdan a dedos enardecidos y a mentes que buscan descifrarse a sí mismas.
Las letras son el camino, las palabras son la verdad, los escritos ya lo están.
Marguerite Duras
La soledad de la escritura es una soledad sin la cual el escribir no se produce, o se fragmenta exangüe de buscar qué seguir escribiendo. Se desangra, el autor deja de reconocerlo. Y ante todo, nunca debe dictarse a secretaria alguna, por hábil que sea, y, en esta fase, nunca hay que dar a leer lo escrito a un editor.
Alrededor de la persona que escribe libros siempre debe haber una separación de los demás. Es una soledad. Es la soledad del autor, la del escribir. Para empezar, uno se pregunta qué es ese silencio que lo rodea. Y prácticamente a cada paso que se da en una casa y a todas horas del día, bajo todas la luces, ya sean del exterior o de la lámparas encendidas durante el día. Esta soledad real del cuerpo se convierte en la, inviolable, del escribir. Nunca hablaba de eso a nadie. En aquel período de mi primera soledad ya había descubierto que lo que tenía que hacer era escribir. Raymond Queneau me lo había confirmado. El único principio de Raymond Queneau era éste: “Escribe, no hagas nada más”.
Escribir: era lo único que llenaba mi vida y la hechizaba. La escritura nunca me ha abandonado.
(...)
Escribir es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido. Un escritor es algo que descansa, con frecuencia, escucha mucho. No habla mucho porque es imposible hablar a alguien de un libro que se ha escrito y sobre todo de un libro que se está escribiendo. Es imposible. Es lo contrario del cine, lo contrario del teatro y otros espectáculos. Es lo contrario de todas las lecturas. Es lo más difícil. Es lo peor. Porque un libro es lo desconocido, es la noche, es cerrado, eso es. El libro avanza, crece, avanza en las direcciones que creíamos haber explorado, avanza hacia su propio destino y el de su autor, anonadado por su publicación: su separación, la separación del libro soñado, como el último hijo, siempre el más amado.
(...)
Si se supiera lo que se va a escribir antes de hacerlo, nunca se escribiría. No valdría la pena.
La escritura: la escritura llega como el viento, esta desnuda, es la tinta, es lo escrito y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso, la vida.
Escribir, 1993
Ray Bradbury
(...)
¿Qué piensa usted del mundo? Usted, prisma, mide la luz del mundo; ardiente, la luz le pasa por la mente para arrojar en papel blanco una lectura espectroscópica diferente de todas las demás.
Que el mundo arda a través de usted. Proyecte en el papel la luz rojo vivo del prisma. Haga su propia lectura espectroscópica.
Zen en el arte de escribir, 1973
Antonin Artaud
2. Los libros, los textos, las revistas son tumbas, Mr. René Guilly, tumbas que profanar al fin.
Así no viviremos eternamente rodeados de muertos
y de la muerte.
Si en alguna parte hay prejuicios,
hay que destruirlos,
el deber,
digo bien
EL DEBER
del escritor, del poeta
no consiste en irse a encerrar cobardemente en un texto, un libro, una revista de donde nunca más saldrá
sino por el contrario salir
fuera
para sacudir,
para atacar
al espíritu público,
de lo contrario
¿para qué sirve?
¿Y por qué ha nacido?
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