[el blog de como cuando uno suele por tendencia tratar de evitar caerse cuando como por error se tropieza con un borde de esos pequeños y escondidos y uno intenta sortear entonces la caída que le sigue y cuando sabe que no puede esquivar el golpe del piso le toca como girar para caer sobre el brazo protegiendo el pecho o con los brazos primero como queriendo ser fuertes pero el dolor igual se siente y ya cuando uno deja de pensar en cómo recibir el totazo es que se está o sobando o queriendo levantar]

30.6.10

La hosca prevenida.

Bueno, hoquei, estamos ahora usted y yo frente a frente doña Hoja.
Mmm... ¿qué le iba a decir? Ah, sí, cómo ha estado...
Yo bien, sí. Oyendo Fiona Apple, que Dios, está muy flaca pero me encanta su voz cuando canta.
Una vez mi amante, ahora mi amigo, dice ella en la canción. Me hace preguntarme sobre quién fue él, cómo le cantaba cosas, qué le decía cuando empezaba a llover, y todas esas rosconadas que decimos los hombres cuando no tenemos buenos arranques creativos.

Ella le dice a él que es un maldito impredecible que la hace balancearse a la defensiva. Y bueno, cómo negarlo. El misterio hace parte de la crueldad masculina, o bueno, la crueldad humana en general. Cobardía o gallardía, siempre nos callaremos cosas y cuando expongamos nuestras rosconadas siempre serán con intenciones oscuras, algo trágico por lo general, un bajón emocional que descargamos contra ustedes, mujeres, que todo nos aguantan, benditas sean.

Y bueno, Fiona quiere prevenirse, admite que es tentadora la peligrosa mirada de quien no la deja dormir tranquila pero que teme darse tan fácil. La entiendo, en serio... no es sano dejarse tentar por un hombre, no lo es, sáquense eso de la cabeza mujeres, ustedes están locas desde que se fijan en uno, desde que algo en sus panzas les hace dar salticos pendejos, desde que quieren dormir tranquilas y se acuerdan de dos ojos que las amenazan con amarlas por mucho tiempo. No coman cuento cuando somos unos demagogos que 'conquistan' sus corazones porque en realidad siempre queremos aventajarnos de cualquier ingenuidad. No nos alimenten el ego, por favor, tengan criterio, enfermizo o erudito, da igual, pero nalgueen esa perversa autoestima que reflejamos en nuestros logros con ustedes.

Ah, los últimos acordes del piano empalman de nuevo con esa prevención de Fiona, quejándose de su eterno vaivén defensivo; me la imagino como una arquera que protege la cancha de un equipo femenino de balompié. Y los goles que entran, que tapa, que saca, que salva, que evita, que alcahuetea, que avala, que invalida, que teme, que olvida, que escapa, que mantiene secretamente, que aniquila, que estrangula, que castra, que exhuma, que alude, que alaba; esos goles que presencia y vivencia porque al fin y al cabo la cancha es su vida, esos que suceden para enseñarle a prevenirse (y a recordarle que en cualquier momento volverán a meterle uno aunque intente evitarlo), esos que queman sus manos delgadas y le dicen que las palmas rojas son sinónimo de esclava, le dan a entender que ella no es un estandarte, no es un trofeo, no es una excusa para probar ego alguno, no es una máquina de afirmaciones, no es una vida sin voto, no es una víctima más que de sus prevenciones, no es una diosa enjaulada, no es una letra sin música, no es un poema de rima con gerundios, no es la perpetuación de una pequeña dictadura, no es un corazón de cristal detrás de un muro de adobe, no es una miseria delante de un donante, no es un altar de clítoris de acceso público, no es una almohada que calienta cayos ajenos, no es un disco virgen ni una tecla como otras del teclado. Es una delirante que encuentra un adversario donde no lo hay, una mujer con un enemigo invisible, mejor, inexistente, mejor, ya no existente, ¡mejor!, aún no existente. Ese hombre que la intriga no es más que una copia del que vino y del que va a venir, otro más y aun así uno menos, uno distinto y aun así otro igual. Ella es una shadowboxer, baby. Por su culpa, por mi culpa, por nuestra gran culpa.

Que llegue un hombre que la haga quitarse los guantes es utópico. Nunca hay que bajar la guardia aunque se haya ganado la confianza. Puestos sirven más. Que tome nota ella y las otras, ¿quiénes?... ¡Sí, ustedes, mujeres!, que para mí también son otras más y muchas menos, distintas e iguales, delirantes y lúcidas, ingenuas y avezadas, pálidas y peludas, asimismo. Así mismo y a sí mismas, crueles todas.

Pero maldita sea, les debo mi vida y que me lleve la muerte amándolas porque sí.

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