[el blog de como cuando uno suele por tendencia tratar de evitar caerse cuando como por error se tropieza con un borde de esos pequeños y escondidos y uno intenta sortear entonces la caída que le sigue y cuando sabe que no puede esquivar el golpe del piso le toca como girar para caer sobre el brazo protegiendo el pecho o con los brazos primero como queriendo ser fuertes pero el dolor igual se siente y ya cuando uno deja de pensar en cómo recibir el totazo es que se está o sobando o queriendo levantar]

25.7.10

Mi veinte de julio y las tres Independencias

* (fechado el 21 de julio de 2010)

Ayer veinte de julio, Colombia celebraba el bicentenario de su Grito de Independencia. En cambio yo pensé en la Independencia como en un plan. No me contento con un Grito de hace doscientos años, ni con una Batalla de hace cientonoventayuno, ni mucho menos la Guerra de hace cientodoce, ni revueltas de hace sesentaydós. No es porque menosprecie su valor sino porque en la Historia se consideran batallas de antaño, ya ganadas. Prefiero acompañar resistencias existentes desde hace quinientosdieciocho años, las rebeliones de hace cuatrocientosdiez y las protestas armadas de hace trescientosveintinueve y transformarlos en la actualidad en movimientos activos, en prioridad nacional, en deber de mi generación y en meta de mi vida.

Son estas unas verdaderas motivaciones de Independencia, las que también son mías porque son nuestras, por las que todavía se lucha y por las que trabajamos con entrega y sin excusas.

Hubo quienes pasaron el día del Bicentenario marchando en señal de protesta desde los llanos del oriente, las montañas del suroeste, los ríos de arriba y las selvas de abajo, todos para congregarse en una Gran Asamblea Indígena, Campesina y Afro en Bogotá, la capital. La llamada Marcha Patriótica y Cabildo Abierto (MPCA) fue una marcha verdaderamente sentida, resistente, motivante y por sobre todo, hermosa. En cambio hubo otros que celebraron el Bicentenario viendo a los otros marchar (no la MPCA de protesta sino una de exhibición coreografiada, fusiles al hombro y bandas de guerra, cantando Oh, gloria inmarcesible mientras escuchan ar y se ponen a discreción al frente de la falsamente cómplice estatua de Bolívar, quien los acompañaba por la llana razón de que no puede moverse mas no porque representara a todos aquellos marchantes uniformados.)

Y aunque no pude acompañar presencialmente mucho tiempo la Marcha Patriótica por estar haciendo un trabajo para una Fundación en la que soy voluntario, estuve de corazón todos estos días y escuchando atentamente a los líderes hablar durante una de las paradas.

La tarde de este veinte de julio bicentenario, cuando cansado llego a mi casa a eso de las cuatro y media y me disponía a editar un video, me encuentro en la entrada de mi casa un ejército de bolsas negras llenas de revistas, libros, juegos de mesa, cuadernos viejos, anuarios, trofeos, artesanías, lámparas, papeles, tarjetas recortadas, fotos rasgadas, óleos en tubos, un casco de karts, diskettes de 3’’1/2, latas, botellas, cables que nadie usa…

Cuando pasé por el cuarto de Felipe, mi hermano mayor, estaba tal cual me lo imaginé: había rincones vacíos (vaciados), el cuarto más abarrotado de la casa por fin volvía a tener paredes que podrán ver la luz otra vez. Ese ejército de bolsas negras no marchaba con coreografías militares ni en resistencia, pero aun así se irían a otras patrias, viajaría a llenar otros cuartos, paredes y casas con sus contenidos. Ignorancia la de esos lugares (y sus habitantes) del pasado prócer de sus nuevos inquilinos, Las Cosas de mi Hermano: el pasado de su adolescencia y previa niñez, de sus anotaciones y proyectos, aficiones, ires, gozos, venires, lamentaciones y propósitos. Allá va buena parte de su historia en ese ejército de plástico negro…

Y también ignoran esos lugares (y sus habitantes) que sus nuevos inquilinos, Las Cosas de mi Hermano, son el patrimonio vivo de otro Grito de Independencia: Felipe se irá en un mes a estudiar un año en Bélgica. Dudo que luego de ese año vuelva a vivir a esta casa, ya superó el cuarto de siglo y es muy probable que estando allá haga una familia con su novia Andrea (que claro, más que una posibilidad son ganas mías de ser tío). No puedo refutarme al recordar cuán nostálgico me puse al encarar ese ejército de bolsas negras por primera vez. No puedo refutarme al recordar que el Grito de Independencia de mi hermano es un grito lejos de la barbarie y la codicia de las que ha tenido el país, es un Grito agradecido con el feudo (mi hogar) y sus reyes (el señor Reina y la reina Ortiz, mis papás), es un grito que toda persona vivirá algún día cuando ya comprenda que creció y que puede desligarse porque el mundo ya no le queda grande.

Toda persona, incluyéndome. Creo que eso fue lo que más me afectó ayer en la tarde, la inevitable verdad de que si él lo hará pronto, pronto lo haré yo. Y mi temor no es perder mi dependencia sino desmerecer mi emancipación. ¿Por qué razón me iré cuando me tenga que ir? ¿Trabajo en otra ciudad, estudios en otra ciudad, matrimonio (jajaja), hijos (JAJAJA), apresamiento, viaje indefinido, presión externa, delirio de sanguijuela?

Cuando se dé mi Grito no será fuerte, en mi casa nunca me enseñaron a gritar. Mis viejos me agradecerán el que me independice como caracol y saque mi hogar de este hogar para llevármelo a uno nuevo, el que les deje aspirado el nido de mi adolescencia y previa niñez, y el que les siga pensando y queriendo incluso en otros lugares (y con otros habitantes), a ellos, mi verdadera Madre Patria. Cuando se dé mi Grito, será a mí mismo a quien primero deje sordo.



1 comentario:

  1. 1. Empecé a leer esta entrada con Guyamas sonora de Beirut, o Beirut de Guyamas sonora, lo que era una perfecta embientación. Pero como no me podía concentrar, silencié x).

    2. Leyendo la segunda independencia no pude evitar sentirme como un caracol que lleva a cuestas la nostalgia del hogar, pues el hogar mismo le pesaba demasiado, y en el avión transatlántico le podían cobrar sobrecargo. Supongo que es un peso del que no me podré librar nunca, porque más que los recuerdos del hogar, cargo conmigo el pasado...y el pasado ya pasó.

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