[el blog de como cuando uno suele por tendencia tratar de evitar caerse cuando como por error se tropieza con un borde de esos pequeños y escondidos y uno intenta sortear entonces la caída que le sigue y cuando sabe que no puede esquivar el golpe del piso le toca como girar para caer sobre el brazo protegiendo el pecho o con los brazos primero como queriendo ser fuertes pero el dolor igual se siente y ya cuando uno deja de pensar en cómo recibir el totazo es que se está o sobando o queriendo levantar]

25.7.10

Análisis del grito ahogado

La cabeza gira confiada y a la vuelta de la nuca viene raudo un balón de fútbol que, antes de golpear en la cara, logra identificar el sonido único de una corta y contundente inhalación, tan corta y tan contundente que paraliza a toda la cara, a toda la cabeza, al cuerpo, a los reflejos, a la conciencia. Esta corta y contundente inhalación, antes de recibir el golpe (y sabiendo que es un hecho), es la causa alcahueta del golpe mismo. ¿O al revés, el ver un golpe inevitable hace que se paralice el cuerpo en una bocanada de aire impulsiva?

Así o asá, esta bocanada inconsciente aparece en muchos casos: una corazonada (buena o mala), un dato recién descubierto, una idea recién creada, un olfato a peligro cerca, una vergüenza de quien ha exhibido sus secretos, una esperanza que por fin se cumple, un último contacto con el cielo y antes de estar con la cabeza dentro del agua.

Peligro, angustia, creación, ilusión o presentimiento: se toma una corta y contundente inhalación como protesta a los malestares, a los éxitos y las vueltas de tuerca con las que nos cruzamos con más frecuencia de la que nos damos cuenta. Es por eso que siempre está el factor sorpresa rigiendo cada una de esas bocanadas de aire, la constante pregunta (y al mismo tiempo respuesta) del cuerpo a la frase “¿Esto está pasando en realidad?”. La inverosimilitud del suceso va acompañada de una necesidad corporal de aprehender algo real y verdadero, algo que pruebe que no se está en un sueño o en un libro. Antes que el trillado pellizco en el brazo con que se suele responder a esa pregunta que el cuerpo se hace, está el combustible del cuerpo: aire, que aunque invisible, está; aunque volátil, es; aunque viajero, permanece.

Si se puede respirar, dos garantías aparecen ante nosotros: la primera es que efectivamente la realidad nos está siendo expuesta y no nos da albedrío sobre su curso actual; y la segunda es que admitimos que nos agarramos de la vida porque extrañaríamos su aire, que nuestro cuerpo domina nuestra mente con cortas y contundentes inhalaciones que paralizan toda fisiología y razonamiento, que el hilo del que pende nuestro muy posible último respiro está al borde de la muerte misma, a la cual le tememos ciegamente porque llega sin preguntar y sin respetar motivos (bien llega con las tragedias o matándonos de emoción).

Admitámoslo, nos atamos involuntariamente a la vida porque si la muerte llega y nos encuentra desarmados, no queremos irnos con los pulmones vacíos ni dejar las ilusiones en el aire de los vivos.

1 comentario:

  1. Contundente, Contundente, Contundente.
    Me gusta que trate de explicar lo inexplicable, aunque no importe.

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