[el blog de como cuando uno suele por tendencia tratar de evitar caerse cuando como por error se tropieza con un borde de esos pequeños y escondidos y uno intenta sortear entonces la caída que le sigue y cuando sabe que no puede esquivar el golpe del piso le toca como girar para caer sobre el brazo protegiendo el pecho o con los brazos primero como queriendo ser fuertes pero el dolor igual se siente y ya cuando uno deja de pensar en cómo recibir el totazo es que se está o sobando o queriendo levantar]

9.6.10

La política de hoy

Hoy un hombre se subió a mi bus; al hablar era brillante. Traía inciensos. Regalaba una vara a quien contestara sus preguntas de cultura general. Luego de regalar un par, su monólogo se tornó político (¿qué no es político, hoy día?) e invitaba a los sentados a que leyeran, a que alimentaran el intelecto, a que se informaran y a que crearan el criterio que una época donde "vemos Los Simpson, las Pandillas y Las Muñecas de la Mafia" ha deteriorado.

No me importó pasarme de mi bajada, pues disfruté escucharlo. De un momento a otro, un hombre lo mandó callar. Le dijo "usted no tiene derecho a decir lo que piensa". El Hombre Que Invitaba A Leer se defendió, dijo que era su derecho y que "sólo los de mente pequeña mandan a callar a las personas". Entonces empezó a refunfuñar por lo bajo, a quejarse de la dictadura cultural en la que estamos, y le dijo al Hombre Que Mandaba Callar que si él era "pariente de Macaco o de don Berna".

Entonces me hallé en una dicotomía. El Hombre Que Mandaba Callar estaba errado porque opinar políticamente no es ningún delito, es inherente al derecho de la libre expresión. Pero el Hombre Que Invitaba A Leer también estaba errado, pues si bien puede opinar en un espacio público, tildar de paramilitar a quien lo reprime es ser igual de opresor.

Venga de donde venga la razón, la política no solamente está en los almuerzos y en las urnas, también debe estar en los buses, en las aceras, en los semáforos y en los fuelles de Transmilenio.

Dije escuetamente al aire "¡Déjelo hablar!" y recibí gritos del Hombre Que Mandaba Callar, además de una señora que decía que el Hombre Que Invitaba A Leer debería hablar más bajo, no gritar tanto. Guardé mi libro en mi mochila y sin decir nada más, con un debate absurdo a mis espaldas, me bajé cobardemente del bus. No sé cuál es mi miedo de debatir. Siendo un bus, cualquiera tenía derecho a hablar. A opinar.

Estúpida dictadura cultural. Estúpido régimen antipluralista.

Si supiéramos escuchar, yo no me hubiera bajado.

4 comentarios:

  1. La política, como siempre, un tema tan delicado de tocar. Tienes razón, ¿qué no es política en estos días? Por un lado me agrada, pero por otro no. Es tan trágico ver como se torna tan oscuro cuando se toca el tema en el lugar equivocado. Pero al mismo tiempo, me enorgullezco de cada ciudadano que está involucrandose, sea como sea, en este tema que es tan importante.
    ¿Qué hacer en tu situación?
    Bueno, yo no hubiera gritado, o tal vez si... depende mucho del ánimo en el que me encuentre, pero hubiera escuchado muy detalladamente a los dos para ver qué decían. Tienes razón, ninguno de los dos tenía porque juzgar o mandar a callar. Al parecer aún no somos lo suficientemente civilizados para poder aprender a escuchar ya evaluar de una manera crítica y obejtiva al otro.
    Saliste corriendo con el rabo entre las patas :(
    Pero por lo menos hiciste valer la opinión y la palabra de aquel que sube a los buses y se arriesga a ese tipo de reacciones de la gente.
    Me alegra que lo hubieras defendido, y sin importar que te hubieras bajado del bus sin decir una palabra más, hiciste lo que se debía y me encanta.

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  2. Dios, me encanta cómo escribís!...
    Sabías que tenés un pensamiento muy similar al de Umberto Eco, no? sabelo.
    Beso!

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  3. Lindo.

    La dictadura cultural. Lindo. Bogotá es un lugar donde se debate mucho, pero donde nadie quiere, por la dictadura cultural, hablar. Lindo, una de esas anecdotas que pasan en el cotidiano y que quedan revoloteando en la cabeza como una gran reflexion. Muy lindo.

    Saber luego que uno nunca va volver a poder ver a ese hombre que queria hablar, y ese otro que queria callarlo. Que aunque uno no comparte sus pensamientos muchas veces son esenciales en los debates, en las reflexiones.

    Genial.

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  4. Bellamente dicho.

    Lo peor de esto es que no tiene que ser necesariamente en un bus. Pasa tal cual en el entorno familiar, por ejemplo. La política que practicamos es la de que tiene tanto derecho el hombre que invitaba a leer como que el que invitaba a callar. Y no es asi.

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